Los navegadores más populares tienen gestores de contraseñas integrados, los cuales van almacenando las contraseñas que utilizamos a través de la web, para tenerlas a mano la próxima vez que las necesitemos; sin embargo, estos gestores son bastante precarios, y no hacen más que recordar contraseñas. Es allí donde entran los gestores de terceros. Se trata de servicios, generalmente gratuitos, que ofrecen mayor seguridad para los datos privados de los usuarios.

Entre otras funciones, los gestores de contraseñas tienen un sistema de generación automática de contraseñas fuertes, así como alertas que le avisan al usuario si usa contraseñas débiles o excesivamente repetidas en varios servicios.

Otras ventajas consisten en la sincronización instantánea de las contraseñas en varios dispositivos; un sistema para compartirlas con otras personas de forma controlada y segura; el autocompletado de direcciones y datos personales; y el almacenamiento en la nube de textos cifrados y notas.

Entre los gestores gratuitos más populares se encuentran LastPass y KeePass.

Si bien el uso de estos gestores no sustituye la aplicación de las reglas que siempre mencionamos en relación a contraseñas seguras (cambiarlas con frecuencia, no utilizar patrones idénticos en las mismas, utilizar teclados virtuales siempre que sea posible, etc.) constituyen un elemento más para disminuir el riesgo.